Sabemos que la pequeña burguesía se
establece en trabajos estructurados desde los gremios. Gracias a nuestro
cronista Borràs Jarque, se detallan algunos de estos grupos. Por ejemplo,
durante el siglo XVIII, es en el capítulo 33 de su obra, cuando éste hace una mención
al respecto, concretamente en la página 377 del primer tomo de su historia de
Vinaròs, añadiendo que “en lo social, com ja queda dit, estaven les activitats
econòmiques de la Vila agrupades gremialment. I cada gremi tenia admés la seua
Cofraria per atendre a la part religioso i moral”.
Igualmente, uno de los grupos del que se
aportan bastantes detalles, es el perteneciente a la pequeña burguesía, desde
donde partía el gremio de la seda. Sobre el mismo se nos aporta información de
interés, y que podemos encontrar en la página 346 de la referida obra.
Aunque, lo cierto es que si había un gremio
que destacaba, éste era el de los mercantes, en el cual se hallaban las
familias que comenzaban a proyectarse y formar por lo tanto parte de esa nueva
clase social. Al respecto, en el año 1743, el papa Benedicto XV, declaró el
culto inmemorial de la cofradía de este gremio, bajo la advocación a San Telmo.
Seguramente por ello y otros motivos, poco más de medio centenar de años
después, sus integrantes construyeron un nuevo altar, trasladando el viejo a la
ermita.
El gremio de los tejedores fue sin ningún
tipo de dudas, uno de los más destacados, y es que a pesar de la escasa
cantidad de miembros que lo componían, consiguieron representar un claro foco de
distinción social, que, al no poder efectuarlo a título individual, si lo hizo
en cambio en su conjunto, de ahí que muchas de las capillas de la principal
iglesia Arxiprestal, comenzaran a tener el patronazgo de los gremios. Como
curiosidad, la familia noble de los Febrer de la Torre, se adjudicó el de la
Purísima, siendo una de las pocas que lo hizo como linaje.
http://www.aularagon.org/files/espa/ON_Line/Historia/CMLG10EdadMed/Comercio_EdMedia.JPG
Y es que, si alguien deseaba desmarcarse
sociológicamente después de la muerte, los templos religiosos eran el espacio
más idóneo, un punto perfecto para la nueva burguesía, ya que desde él se podían
alcanzar dichas pretensiones, de ahí que incluso en la decoración de algunas de
estas capillas, todavía podamos ver motivos alusivos que con orgullo destacan la
pertenencia a dichos gremios.
Este proceso en el cual se vislumbra el
interés de los nuevos ricos, puede apreciarse en muchas de las grandes
construcciones religiosas de nuestro país. Por citar un caso, merece la pena
remarcarse el de Santa María del Pi de Barcelona, en donde tenemos múltiples
laudas sepulcrales de los gremios, que competían por ocupar un lugar de
prestigio dentro del templo, y en donde además de numerarse la cripta que los
difuntos ocupaban, también lo hacían obviamente grabando su nombre, apellido y
oficio. Y es que además de que sus descendientes supieran del lugar que
ocupaban sus antepasados para realizar las respectivas ofrendas, era también
importante que su nombre no se borrara de las mentes de los mortales con el
paso de la historia.
Esa pugna en la que se inmortalizará sobre
la piedra la figura de los miembros de dichas familias que comenzaban a tener
poder, es una muestra más del nuevo marco sociológico que se estaba viviendo en
todas las localidades de nuestra geografía.
David Gómez de Mora